Querida comunidad de Fundación Daya: pacientes, usuarios, familias, profesionales, colaboradoras y colaboradores.
Como ya se habrán enterado, después de mucho meditarlo, he decidido asumir un desafío que durante décadas se me ha planteado y siempre, hasta hoy, había dejado pasar y que es el de presentarme como candidata a diputada. La vereda ciudadana ha sido nuestro espacio para impulsar urgentes transformaciones, pero hoy toca dar un paso adelante, y lo haré postulando a representar al Distrito 12, que incluye las comunas de La Florida, Puente Alto, La Pintana, Pirque y San José de Maipo.
Ustedes me conocen, hemos recorrido una ruta llena de escollos pero también de satisfacciones y logros. Cuando en 2013 iniciamos este camino de abrirle paso al uso medicinal del cannabis, sabíamos que nos encontraríamos con un sendero plagado de dificultades. Lo que hicimos al fundar Daya, fue optar por el coraje y la osadía, al igual que lo hicieron tantas familias que han tomado la decisión consciente y valiente de explorar los beneficios que esta maravillosa planta nos ofrece. Valiente por trascender el estigma impuesto por décadas de prohibición, ya que hoy sabemos que esta planta y sus derivados puede mejorar la vida de muchas y muchos. Valientes por la feroz persecución a la que se expone todo aquel que incorpora el uso responsable en sus vidas. Por último, también valiente por desafiar a la medicina industrial, necesaria pero no exclusiva, que por cierto toca intereses que buscan impedir el conectarnos con prácticas y conocimientos ancestrales. Entonces, con valentía, con decisión, con el alma llena de amor, decidimos avanzar en la búsqueda de alivio para nuestros seres amados.
En mi caso, al hacerme cargo de empujar este empeño, fui consciente que Fundación Daya era el espacio desde el cual servía mejor. En permanente contacto con el dolor y sufrimiento de tantos, he descubierto los frutos del amor y la compasión (hacer propio el dolor del otro y sentirse impelidos a la acción para aliviarlo), que no solo contiene y acompaña, sino que corre el velo entre los seres humanos, permitiendo aparecer y apreciar la belleza, la fuerza y la sabiduría que habita en cada una de nosotras y nosotros.
Para alguien como yo (y como ustedes) que asume las necesidades de una comunidad o de un ser querido que sufre como si fueran propias, el encuentro frontal con la injusticia, el maltrato y la codicia que se ciega a las necesidades de nuestras hermanas y hermanos, aparecen nítidos en el paisaje. Mi camino en Fundación Daya, lleno de logros y avances, así como de feroz resistencia y negligente ignorancia, hoy requiere cruzar un puente. Desde la vereda ciudadana se empujan hoy en día importantísimas causas que nos permitirán vivir como una verdadera y amorosa comunidad. Sin embargo, muchas de esas nobles causas que surgen desde las bases y que claman por transformaciones que nos permitan vivir con mayor dignidad, se ven frenadas u obstaculizadas desde diversas instancias del poder. Para el caso del cannabis, veo la necesidad de seguir mi lucha y la de muchas y muchos, desde esos espacios, en este caso, el Congreso. ¿Qué más queda por hacer para que se horroricen frente a la persecución, la violencia y la negación a acompañar a pacientes que encuentran alivio con el uso del cannabis, qué más nos queda frente a esta declaración de guerra a la población?
Las condiciones han cambiado parcialmente. Si bien la labor de Daya se ha multiplicado y crecido día a día, también es cierto que Chile mismo, está en un proceso de resurgimiento, intentando construir, desde las instituciones y una ciudadanía movilizada, un país más justo. Entonces, ante este horizonte de expectativas, me parece que es el momento preciso para dar el salto y buscar que la incidencia de nuestra causa de amor y compasión, tenga un lugar en el Congreso.
Por supuesto que el trabajo de estos años, con todos los problemas que hemos enfrentado, también me convenció de algo esencial para mi decisión: ya no es posible seguir a la espera de que alguien que no conoce nuestro sufrimiento, nos represente en el Parlamento. Más allá de haber encontrado alianzas y empatía en algunas personas y organizaciones, necesitamos llevar sin intermediarios nuestra voz, nuestro sentir, nuestra experiencia. Y hacerlo no sólo de manera testimonial, sino que tenemos la opción (casi el deber) de llegar al lugar donde se toman decisiones. Los sinsabores de estos años me terminaron de convencer. Como les dije, pareciera que el Chile esperanzado pero dolido que viene despertando, está tomando conciencia de esta necesidad. Es así como interpreto el triunfo de nuestra querida Paulina Bobadilla, fundadora de Mamá Cultiva, en la alcaldía de Quilicura. Ella ha pasado lo mismo que nosotras y nosotros, y el pueblo en las urnas reconoció esa experiencia como un elemento necesario en el gobierno local. Es tiempo de que florezcamos, y con ese objetivo inundando mi alma, es que decidí ser candidata.
Ustedes conocen lo que siento y lo que pienso. Estoy convencida de que la política debe ser capaz de proponer mundos distintos, empujando el horizonte de derechos y posibilidades, hasta que vivir valga la pena. Siento la fuerza de esta hermosa comunidad que nos sostiene, que nos llena de amor y entrega incondicional. Por eso, quería compartir mis sentimientos, invitándoles también, una vez más, a soñar conmigo. Una carrera electoral es demandante y tengan la certeza de que el equipo con el que trabajo, será capaz de mantener a Daya como siempre lo han hecho: un lugar acogedor, de alivio y de esperanza.
Les envío un fuerte abrazo y les deseo que sean libres y felices!
Ana María Gazmuri
Fundadora Fundación Daya
Candidata a Diputada por el Distrito 12
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