Anuar Peche, periodista argentino especializado, analiza aquí la estrecha relación entre la prensa y el prohibicionismo a la largo de la historia del Cannabis, alrededor del mundo. Finaliza con una reflexión de los medios de comunicación trasandinos, una realidad que no es muy distinta a la del resto de Latinoamérica.
El mundo es cada vez más consciente del uso medicinal del cannabis, sobre todo para paliar enfermedades graves. Y este cambio de paradigma fue mucho más notorio en los últimos años. Hoy en día, muchos profesionales de la salud recetan o al menos recomiendan a sus pacientes el uso de la sustancia para aliviar dolores o apara que forme parte de un determinado tratamiento. Ya no es un tema tabú como en otras épocas.
Gracias a la lucha de las organizaciones y agrupaciones de todo el mundo que pusieron el cuerpo para exigir la legalización/regulación de la planta, desde aquella primera marcha verde en New York en 1973 hasta hoy, y que fueron unos de los primeros en gritar en la vía pública que se abran los ojos con respecto a las propiedades medicinales de la planta de marihuana, la información se fue expandiendo en los diferentes ámbitos.
Y paradójicamente, en los últimos años, los medios de comunicación fueron claves en este click que se dio en la sociedad. No pudieron mirar más hacia un costado porque el cannabis llegó a ser la tercera sustancia más consumida del planeta. Entonces, la misma prensa que por motivos económicos y políticos, históricamente se alió y se convirtió en el brazo derecho del prohibicionismo en la “guerra contra las drogas”, mostró a través de la pantalla, diarios, revistas, sitios de Internet, su mirada empática respecto a las propiedades terapéuticas de la planta de marihuana.
Presentó los casos de personas que usan cannabis con fines medicinales, quienes lograron una mejor calidad de vida gracias a al consumo. Y esto tuvo un impacto social. Pero en lo recreativo, lúdico, espiritual, o sea en el legítimo ejercicio de la libertad individual, los medios de prensa no mostraron ni muestran la misma empatía. De ningún modo. Es más, todo lo contrario.
La gran mayoría, sobre todos los medios de comunicación de alcance masivo, siguen estigmatizando las personas que consumen cannabis sin padecer una enfermedad y que quizá ni siquiera tienen un consumo problemático con la sustancia. Y esta línea periodística genera una traba más en el inconsciente colectivo de la gente. Continúa alimentando de manera indirecta la política prohibicionista, el criminalizar, el reprimir, el generar miedo, y no permitir una total libertad individual.
Son muy pocos los medios que tratan el consumo de cannabis para todos sus usos y que derriban los mitos que ellos mismos instalaron desde la llegada del prohibicionismo (por ejemplo: “la marihuana mata”, “la puerta de entrada a otras drogas” o “el cannabis provoca insanía”). O que no apelan al copy paste de los cables que publican las agencias oficiales con información directa de la policía y títulos sensacionalistas como “golpe al narcotráfico”, y en la foto del allanamiento se ven a penas un par de plantas de marihuana.
La gran mayoría de periodistas no se interiorizan en cannabis para comunicar con una mayor precisión y estar a la altura del debate sobre este cambio de paradigma. Y mucho menos, tienen una mirada consciente con perspectiva de salud pública, reducción del riesgo y derechos humanos, sin la banalización del dolor y la problematización/criminalización de las acciones personales.
En el uso recreativo, los medios de prensa siguen repitiendo la vieja historia: estigmatizar y criminalizar a los consumidores, como lo hicieron desde que entró en vigencia la ley federal prohibicionista “Marihuana Tax Act”, creada por Harry Anslinger, comisionado de la “Oficina Federal de Narcóticos” (puesto que obtuvo gracias a la designación de su futuro tío político Andrew W. Mellon, entonces Secretario del Tesoro de Hoover e inversionista primario de Dupont), en 1937.
Tras la derogación de Ley Seca en 1933, Anslinger apuntó contra el cannabis, redactó esta nueva ley, apoyado por el médico y abogado de la Asociación Médica de los Estados Unidos, Dr. William Woodward, que fue presentada el 14 de abril de 1937. Meses más tarde, el 2 de agosto de ese mismo año, el Congreso votó a favor de la prohibición, cultivo y posesión, perdiendo de vista cualquier investigación relacionada a su uso médico.
Y para propagar el temor e instalar el prejuicio en la opinión pública, Anslinger tuvo un aliado ideal: William Randolph Hearst, el padrino de la prensa sensacionalista y desinformada. Hearst era un político y magnate, propietario de 28 diarios de circulación nacional, otras tantas revistas y radiodifusoras. Gracias a su libre manipulación en todos los medios a disposición, lanzaron campañas de prensa, radio, televisión y hasta películas (algunas de sus propagandas contra el cannabis fueron los films “Reefer Madness”, “Marihuana: The Devil’s Weed”, y “Marihuana: Assassin of Youth”) para demonizar a la planta, perseguir y criminalizar a las personas que consumen.
A días de que la ley entrara en vigencia, aparecieron los primeros conejillos de india para generar ese impacto en la sociedad a través de los medios: Moses Baca (de 23), y Samuel R. Caldwell (de 57 años), ambos detenidos en 1937 en la ciudad de Denver. Baca fue el primero de la historia en ser criminalizado por tenencia para consumo personal. La policía encontró siete gramos de cannabis en un cajón en la casa de huéspedes, el 3 de octubre de ese año. Estuvo 18 meses en la prisión de Leavenworth.
Caldwell, en cambio, fue el primer detenido por vender cannabis (el 5 de octubre de 1937). Según contó su amigo Alex Rahoutis, el hombre no era consumidor y había empezado a expender unos meses antes de que entrara en vigencia la prohibición de marihuana, con el fin de saldar unas deudas que le había dejado el contrabando de alcohol. Le encontraron 4 libras (1,8 kg). Estuvo privado de su libertad por 4 años en la prisión de Leavenworth.
Los rostros y los nombres de estos primeros detenidos por la ley “Marihuana Tax Act” en la tapa de los principales diarios, revistas, radios, y TV estadounideses fueron el inicio de la demonización de la planta y la génesis de este affaire histórico entre la prensa y el prohibicionismo.
Antes de los primeros detenidos por la ley “Marihuana Tax Act”, el prohibicionismo y la prensa ya habían plantado en la sociedad una noticia “fake” para generar miedo: el caso de Victor Licata, el joven con esquizofrenia de Florida que mató a toda su familia con un hacha. Anslinger se encargó de vincular el uso de cannabis con enfermedades o trastornos de salud mental, y el título de los principales medios de comunicación fue: “El Maníaco de la Marihuana”.
En ese momento, la gran mayoría de los estadounidenses creyeron el cuento, pero tiempo después, se descubrieron los archivos psiquiátricos de Víctor y no había evidencia de consumo marihuana. Lamentablemente esta conducta se propagó por el resto del mundo.
Argentina tuvo y sigue teniendo casos en los que la prensa apoyó y apoya al prohibicionismo en materia de drogas, estigmatizando a usuarios. Uno de los recordados es el de Ariel Colavini, detenido en 1978 por tener un par de porros armados, y asesinado en la masacre de Pabellón Séptimo. Tras el “motín de los colchones”, un medio nacional tituló “Rebelión en Devoto: Más de 50 muertos, otros 70 heridos muy graves. Son drogadictos”.
Esta estigmatización continúa vigente en nuestros días. Claro que hay excepciones de colegas que brindan información seria y empíricamente verificada, y desde la aparición de internet, los medios independientes y otros específicos en materia de drogas, empezaron a trascender diversas alternativas de información. Pero todavía queda mucho por deconstruir. No solo las políticas de Estado deben ser más humanas. Los medios de comunicación también deberán transmutar sus conductas para dejar de ser el canal ideal para sostener el prohibicionismo.